«No se necesitó mucho para que los gerentes ingenuamente aceptaran la idea del tiempo como un recurso. Pocos cuestionan lo ilógico de este axioma.»
El tiempo puede ser entendido de muchas maneras, depende del ángulo desde el que quieras analizarlo. Desde la óptica de la relatividad se habla del espacio-tiempo. Según esta teoría, el tiempo será diferente según la velocidad a la que se mueva el observador.
Para ciertas religiones orientales el tiempo es un ciclo en el cual, de una forma u otra, todo regresa. Idea coherente si pensamos en las estaciones, los ciclos de la luna, el comportamiento de los demás astros y muchos otros ciclos geológicos y biológicos. Conceptos como la reencarnación y la evolución son propios de estas filosofías.
En cambio, para el mundo occidental el tiempo es entendido como algo lineal e inexorable que no puede modificarse.
Percepción fruto de la fuerte influencia judeocristiana. Conceptos como pasado, presente y futuro son claves bajo esta filosofía. Pensar en el destino, la vida eterna y el juicio final es completamente natural.
Esta visión del tiempo le dio sustento a la Primera Revolución Industrial y ayudó a que esta idea de cambio tuviese respaldo en la comunidad científica de la época, la cual, a pesar de que creamos lo contrario, mayoritariamente no estaba dispuesta a apoyar postulados que fuesen en contravía del paradigma cristiano.

Así es como el tiempo se volvió rígido y estricto. En nuestra cultura, el tiempo es un bien preciado que debemos valorar, aprovechar y no desperdiciar. Sobre todo, en Norteamérica y Europa donde la puntualidad es un asunto de ética y la eficiencia no puede entenderse sin una medida de tiempo asociada.
En contraste, en sociedades parcialmente industrializadas, como las latinoamericanas, el tiempo es algo relativo y más flexible.

Ahora bien, hablemos del tiempo organizacional, con su visión construida hace más de un siglo, que sigue y seguirá dictando la forma de pensar de los gerentes, aún en esta economía digital.
Honestamente no sé en qué momento ni cómo el tiempo se volvió un recurso organizacional. Mucho menos, quién fue el primer ingenuo en postular que el tiempo podía gestionarse.
De lo que si estoy seguro es que no se necesitó mucho para que los gerentes adoptáramos ese axioma sin cuestionarlo, como suele suceder con la mayoría de ‘ideas brillantes’ que inundan la sección de management de las librerías.
¿Por qué planteo que el tiempo no es un recurso? Empezaré por el significado y la etimología de la palabra misma: Un recurso es algo que procede de una fuente. ¿De dónde viene el tiempo?, ¿de dónde lo tomamos?
Recurso es algo a lo que podemos recurrir varias veces.
¿Podemos volver a usar el tiempo?, ¿el tiempo que se va, vuelve?
Desde la misma lógica judeocristiana y de la administración científica sobre la que se soporta la gerencia moderna, no tiene sentido alguno decir que el tiempo es un recurso.
Dejando de lado la discusión bizantina sobre el origen de la palabra y pasando al campo práctico, voy a darles un ejemplo:
Supongan que han sido encargados de construir un edificio y deben planear el proyecto y asignar recursos. La única exigencia es cumplir la fecha de entrega.
Juiciosamente hacen un listado de los recursos que necesitan:
1. Recursos humanos: Ingenieros de todas las especialidades, arquitectos, abogados (muchos abogados), personal administrativo y comercial, técnicos, obreros, maestros de obra y un sinfín de profesiones y oficios más.
2. Recursos de conocimiento: explícitos como estudios de toda índole, diseños, licencias, permisos, planos, presupuestos, etc. Además de conocimiento tácito expresado, entre otros, en la experiencia del equipo y la cultura organizacional.

3. Recursos financieros: Montos y fuentes necesarias para construir el edificio.
4. Recursos físicos: Maquinaria, equipos, oficinas, instalaciones, materiales, insumos, etc.
Finalmente, llegamos al “recurso” tiempo, ¿qué pondríamos en la lista? Lo lógico sería definir el tiempo necesario para culminar el proyecto.
Los recursos se obtienen de alguna parte, el tiempo simplemente está ahí.
Supongan que nuestro plan se ve amenazado por una temporada de lluvias que retrasa el proyecto, una huelga de los trabajadores, la oposición de los vecinos que retrasa el inicio de obras o por algo más probable: el proyecto enfrenta sobrecostos, fue mal presupuestado y el dinero no alcanza.
Como buenos gerentes haríamos lo necesario para entregar en la fecha prometida.
Dependiendo de la contingencia se optaría por implementar turnos adicionales, modificar los diseños, reducir la calidad o cantidad de los materiales, prescindir o contratar personal, contratar maquinaria adicional para acelerar las obras, gastar más dinero en relaciones públicas, en fin…
A pesar de todo el sufrimiento, cumplimos y entregamos el hermoso edificio dentro del plazo establecido. ¿Podemos asegurar que administramos el tiempo para cumplir?
Definitivamente no, lo que hicimos fue administrar los recursos humanos, de conocimiento, financieros y físicos para, en el tiempo que teníamos, cumplir la tarea.
Combinamos los recursos de una manera diferente para adaptarnos a la restricción de tiempo que nos habíamos impuesto.
El tiempo nunca fue dosificado, reducido, ampliado, comprado o vendido.
Los segundos, minutos y horas siempre tuvieron la misma duración. Siempre han sido y serán los mismos, y por más que lo deseemos no hay nada que podamos hacer para cambiarlo.
El tiempo NO es un recurso, es una restricción y, si no estamos dispuestos a modificar esa restricción entonces debemos jugar con los que sí son recursos, gestionándolos de una manera diferente.
Por lo general, esas combinaciones van en una de dos vías: bajar la calidad del producto en alguna parte del proceso para cumplir con los plazos o, invertir más recursos para conservar la calidad pero matando la eficiencia.

Si en verdad queremos ser eficientes, debemos optimizar los recursos, ya sea teniendo gente más competente, conocimientos más profundos, tecnologías más avanzadas o mejores materiales y por supuesto, dinero para pagar todo lo anterior.
Querer ser eficiente simplemente ‘reduciendo’ los tiempos es una falacia.
Y como se me acabó el espacio para contar más ideas, solo me resta desear que tengan tiempo para leer otro de mis artículos.
Por: Frank Prieto | frank.prieto@lapuntadeliceberg.co
Línea en Estrategia y Desarrollo Organizacional
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